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La Química de las Emociones

Cada vez que tenemos un pensamiento, fabricamos una sustancia química que nos hace sentir triste o ansioso o amados …
El pensamiento activa una serie de circuitos cerebrales y el cerebro segrega sustancias químicas que nos hacen sentir lo que pensamos. Está constantemente intercambiando con el cuerpo y monitorea continuamente el ambiente interno. En este ciclo de pensar y de sentir y de sentir y pensar los sentimientos se convierten en una forma de pensamiento.
Entonces, existen substancias químicas para cada emoción: el deseo, la rabia, la tristeza, el sentimiento de ser una víctima. Cada sensación tiene su sustancia química. En el momento en que una emoción aparece en el cuerpo o es creada en nuestro cerebro, el hipotálamo va inmediatamente a reunir los péptidos y soltarlos en el flujo sanguíneo. Cuando llegan a la sangre, ésta sirve de transporte para acceder al cuerpo.
En nuestro recorrido de vida hemos aprendido a alejarnos de nuestras emociones (desapego emocional). Cuando somos adultos, actuamos como si lo que sentimos no tuviera que ver con nosotros. Actuamos en función de lo que analizamos y no de lo que sentimos. De esta forma, terminamos viviendo cada día como si fuera el mismo de ayer, ya que nuestro análisis suele ser el mismo aunque nuestras emociones varían.
Cada célula está dotada de receptores externos. Una célula puede tener miles de receptores en la superficie que se abren a las influencias del mundo exterior. Cuando un péptido llega a una célula, es como una llave en una cerradura. El péptido se fija a la superficie del receptor, la célula recibe la señal y hace entrar el receptor en movimiento como si se tocara a la puerta y se abriera para dejar entrar. Se pegan y se despegan alternativamente.
Cuando el receptor de una célula alberga un péptido, se desencadena una serie de reacciones bioquímicas en cascada. Algunas de estas sustancias, cuando son muy perjudiciales o son demasiadas, pueden cambiar el núcleo de la célula.
La buena noticia es que es posible cambiar los hábitos programados y todos podemos hacerlo. Dirigiéndonos al origen de la información obsoleta y desprogramándola, podemos abrirle un espacio a un nuevo programa que esté alineado con nuestros valores, nuestros sueños y con lo que realmente somos.
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